viernes, 21 de mayo de 2010

Frases célebres



¿Sabes, amigo? Algo bueno tienen las frases célebres emitidas por personajes tocados: pueden ser útiles y siempre son maleables, se adaptan con facilidad a las circunstancias, su uso es válido para paliar, apoyados en la sabiduría ajena, los contratiempos que la vida guarda para fastidiarnos ora con descaro, ora con crueldad. Nos sirven también, estas frases breves, brillantes y afiladas, para disimular con ellas nuestro pensamiento tantas veces paralelo o similar a lo sandio, tantas veces común y vacío, casi siempre tan superficial como inútil.

Dame un punto de apoyo, Juanmita amigo, y te aseguro que no me moveré durante toda la noche de la barra de la taberna. No me vendrá mal, querido mío, porque a veces me pesan los recuerdos desordenados que llevo en los bolsillos del alma y, la verdad, ni siquiera estoy para dar ése que sería un pequeño paso para mí e insignificante, irrelevante paso para la humanidad. No te preocupes por mi inmovilidad, puedo quedarme aquí durante horas duras como el pedernal sin caer el aburrimiento. Nos dejó dicho Erasmo de Rotterdam que ignora el aburrimiento quien conoce el arte de vivir consigo mismo. Y de otro arte distinto, queridos blogueros, no puede presumir Juan “El Manteca”. Sé las consecuencias profundas que trae consigo vivir conmigo mismo y me aferro con ello a una pregunta socrática: “¿Quién capitulará más pronto: el que necesita cosas difíciles o quien se sirve de lo que buenamente puede hallar?” Yo soy lo único que buenamente puedo hallar en mi vida, te lo juro amigo. No me harán capitular de un modo sencillo ni rápido.

Ver el mundo desde la barra de la taberna del Tato es un espectáculo crepuscular. Desde aquí parece claro que Dios no juega a los dados, pero siempre aparece alguien que afirma haberlo visto jugar a las siete y media. Yo no lo sé, lo ignoro con inocencia y no me importa hacerlo desde que Diderot nos enseñó que la ignorancia está menos lejos de la verdad que el prejuicio. Así vamos pasando el tiempo, que es todo lo que realmente nos pertenece según Baltasar Gracián: entre dudas como insectos que revolotean y palabras valientes como amantes nobles que, en noches de luna oscura, luna cadáver, corresponden lealmente a la bondad con la que el silencio las suele acariciar.

Tengo una frase que, acaso por reiterada, mereciera pasar a las filas donde las célebres descansan con dignidad. Es una frase corta para cumplir con los cánones establecidos, una frase clara que no suelo pronunciar con claridad: “Ponme algo, Tato, que se parezca lo menos posible al agua. Tampoco tengo tanta sed”. No sé si elegirla como epitafio porque no sé si morirme o no. Sólo sé que no sé nada.

En una ocasión enconada, me preguntó un amigo que dónde estaban, dónde iban a parar, los amores que perdemos durante la vida y sus caminos empedrados. Tengo una respuesta con sabor a último trago, anótala como frase, Juanma querido, como una sombra, como un hombro donde te podrás apoyar: los amores perdidos habitan donde comienza la literatura.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin duda conoceras el clásico de nuestra literatura

"tiene el culo como un bebedero de patos"

Er Tato dijo...

¿Agua en mi taberna, Manteca? No seas malhablado. ¡Si ya sabes que aquí las palomitas de Zalamea las aguamos con Larios y las infusiones con aguirviendo, vulgo aguardiente.

Un abrazo y hasta la madrugá, artista

Lisset Vázquez Meizoso dijo...

Tuve la suerte de escucharte en persona, leyendo esta entrada. Gracias por el espectáculo en vivo, de tu arte y tu sonrisa. Un abrazo, amigo.