viernes, 16 de abril de 2010

El Teatro



¿Sabes, amigo? La primera vez que fui a ver una obra de teatro sentí algo a lo que tardé en darle nombre. Mi cerebro forja ideas o pensamientos con la misma velocidad de un caracol y fue más tarde, tras rumiar pausado y quedo, cuando aquel nombre apareció en la orilla de mis labios que, por entonces, no estaban agrietados, tan similares hoy a un papel arrugado o a una flor seca: emoción. Me emocionó la representación, sentir en la sangre la capacidad del ser humano para recrear sentimientos puros sobre un escenario, el tacto de la dicción perfecta cuando el idioma no es maltratado. Aquella obra fue “Esperando a Godot”. El lugar, un cine-teatro del pueblo que me vio nacer a un ritmo que todos pensaban lento, pero que no era sino desanimado. Cine-teatro, por cierto, cubierto desde hace años por el polvo y el olvido, vencido al fin por el avance imparable de la mezquindad y la ignorancia de los políticos que hacen política, esa gente que sin duda sería abucheada por el público tras la caída del telón. Bueno, acaso no hiciera falta esperar tanto: los silbidos romperían el silencio necesario ya en el primer acto.

Lo que no puedo concretar, Juanmita enmascarado, es la edad que yo tenía en ese momento. Hace tiempo que adquirí la costumbre de mezclar mis recuerdos en una amalgama de imágenes tal que impide su ubicación precisa en el interior colgado de los calendarios. Sería una edad iniciática, prudente, virgen, aún no contaminado por la aleación de la vida y, por tanto, abierto a todo, dueño del texto y sus acotaciones, sobre los cuales se iba formando este personaje tragicómico en el que he devenido, el germen del tipo que se asoma a espejos que le devuelven un esperpento que se acomodaría suficientemente, con garantías de camuflaje, en el Callejón del Gato.

El teatro. La vieja Grecia, aquella Grecia de varios filósofos por metro cuadrado, nos legó un teatro en tantas ocasiones inalcanzable e inalcanzado. El teatro no es un invento como sí lo fue el cine. El teatro es la perfección de la expresión natural, un modo más de tocarnos, una lluvia suave de palabras, un cuerpo que sabe cómo moverse cuando hay que reír o llorar, un baile experto de gestos o miradas, un aplauso ansiado y, finalmente, un acto de gratitud.

Shakespeare, el más grande, nos dijo como nadie que somos pequeños, maleables. Si fuera posible una máquina del tiempo ficcional y extravagante, una de las opciones del Manteca, mis queridos actores de blog, sería la época del Teatro Isabelino, The Globe, William Shakespeare. O quizá el Siglo de Oro español, ser público en un Corral de Comedias y poder presenciar alguna obra de Lope de Vega o Tirso de Molina. No estaría nada mal.

Hay quien afirma que la vida es puro teatro. Y es un lugar común de esos que, ya sabes, Juanmita comediante, deambulan indecisos entre la verdad y el error. No es teatro la vida porque, para bien o para mal, entre destinos rigurosos y azares deshilachados, no tenemos la oportunidad de un ensayo general. Sí que somos, por otro lado, cómicos alegres y libres hoy, tristes y aburridos mañana. Cómicos que siempre, hay realidades inevitables, estamos emprendiendo un viaje a ninguna parte.

3 comentarios:

Antonio dijo...

Saludos de Rosencrantz y Guildenstern que ayer en la Taberna Segundo me preguntaron por ti. Les dije que te iba bien, jodido por las secuelas de la última escaramuza pero vivo ¡qué no es poco!

Hasta la próxima.

Antonio

mangeles dijo...

Le siento rejuvenecido mi querido Sr. Manteca. Parece que el teatro le devuelve la pasión por la vida y las fuerzas y ánimos para vivirla.

Y tengo que decir, que yo he descubierto el teatro tarde...pero que me ha llegado tan dentro, que es una de mis pasiones más fuertes....adoro el teatro....

BEllo escrito el suyo amigo, muy bello.

Un gran beso y un aplauso largo, prolongado y sentido

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

A mi el Teatro que más me gusta es el que se representa en la plaza del Pumarejo a las puertas de casa Mariano.
O sea, el teatro de la vida.
Un abrazo Sr. Manteca y recuerdos a su amigo Juanmita.