viernes, 12 de marzo de 2010

Videojuegos



¿Sabes, amigo? No sé si me gustan más los videojuegos o las bebidas desnatadas que, por supuesto, siempre tomo sin alcohol. Cuando la madrugada avanza y repta como una serpiente color manzana, el Tato suele decirme, Manteca, amigo, voy a cerrar, espérame y subimos a casa, que te invito a un té con leche y a una sesión de consuelo y consola. Y yo, claro, le respondo sin asomo de dudas, Claro que sí, Tato, tengo la costumbre de dejarme aconsejar por mi farmacéutico de guardia y, además, no se me ocurre desarrollo más apasionante para esta noche tendente como todas hacia los fantasmas, hacia el recuerdo de amores descontrolados y hacia la embriaguez… esa cosa de la que huimos. Así, mi Tato y yo, vamos dando de lado a los vicios que tan difícil se lo pondrán al abogado defensor en el Juicio Final. Luego, a los cinco minutos, cuando nos damos cuenta de que corremos el riesgo de parecernos al Dúo Dinámico tras la jubilación, tomamos un chupito de ron, acordamos que el hábito no hace al monje, y nos tomamos otros diez.

La existencia de los videojuegos, Juanmita ausente y tendinoso, me sorprendió de un modo inopinado en el interior de una mercería que, para competir con el comercio moderno alzado a su alrededor, decidió incluirlos entre su muestrario de botones para pellizas o agujas de coser. Cuando le pregunté al dependiente aburrido que sobrevivía tras el mostrador qué era aquello, me dijo que aún no lo tenía muy claro porque las instrucciones de uso venían en inglés de Oxford y él era más ducho en el dialecto hablado en Cambridge. Le reí con educación la ironía insulsa y, luego, no supe si darle las gracias o mi más sentido pésame.

La última vez que me senté frente a un vídeo fue para darle al play y visionar “Superman II”. Y sobre juegos, Juanmita mío, lo más reseñable que puedo decirte es que, hace años como páginas amarillentas, me provocó un esguince la rayuela infantil. Dado el panorama, querido, ya imaginarás qué puedo contarte sobre la palabra compuesta tras la suma de los vídeos y los juegos. Aún recuerdo la risotada histriónica que me soltó una becaria cuando le pregunté si ese Mario Bros del que tanto y con tanta pasión hablaba era, acaso, el mejor amante que había tenido en su vida.

Y ya os dejo, queridos blogueros añorados, que hoy tengo quehacer. Me han regalado un paraguas rojo y voy a buscar un rincón de mi alma para abrirlo, sentarme y ponerme a leer la última novela de mi querida Antonia J. Corrales, a la que os pido que beséis de mi parte, como si este Manteca anclado en atavismos se hubiera convertido en un videojuego de última generación y programado sólo para quererla.



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Nota del Juanma: la referencia final a Antonia J. Corrales, escritora amiga del Manteca, viene a cuento porque será entrevistada por mis compañeros de "La radio de los blogueros" tras la lectura de su columna.

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