viernes, 5 de febrero de 2010

Los amos del mundo



¿Sabes, amigo? Nunca rondé con cercanía cegadora las zonas nobles de este oficio atrabiliario llamado periodismo. Mis misiones siempre fueron más de vuelo rasante sin pretina que de sofisticadas alturas: entrevistas o reportajes a personajes que eran como reptiles de camuflaje hábil y eficaz, no a quienes dominan la voluntad del mundo con un chasquido simple de sus dedos pasados por el tamiz de la manicura. Lo más cerca que alguna vez estuve de un líder mundial fue en una pizzería que quedaba a un par de kilómetros de la Casa Blanca. Allí, colega, mantuve relaciones tachadas en mi curriculum con una camarera republicana y mojigata, que daba besos con regusto a mozzarella y lloraba emocionada cuando, en televisión, Ronald Reagan cantaba el himno estadounidense con su mano sobre el pecho. Reagan, ya lo sabemos, no fue líder en Hollywood, pero sí fue capaz de habitar el Despacho ansiado gracias sobre todo a su notable carisma.

El carisma, amigo, parece ser la clave definitiva para el ejercicio del liderato. El carisma es una donación, no un aprendizaje. Ya en el viejo Egipto, hubo algún Ramsés cuyo carisma piramidal no puede competir con el que tiene ese otro Ramsés aguador que está sentado a la siniestra del padre, a tu izquierda, Juanmita papá, en el estudio de Punto Radio. Alejandro Magno tuvo un carisma aristotélico e imperial. Pericles democratizó el carisma y construyó el Partenón. Julio César y Cleopatra mantuvieron un clímax ardiente y carismático. El carisma de Jesucristo venía envuelto en parábolas, fue un carisma encarnado, tentado y crucificado. Boabdil tuvo un carisma llorón y una madre que parecía una suegra. Ricardo Corazón de León, por más carisma que atesorara, no logró vencer en su última cruzada: Sean Connery es más guapo. Isabel de Castilla construyó con la argamasa de su carisma un puente que nos condujo a la era Moderna. Y su hija, Juana, pasó a la historia por su carisma enloquecido y enamorado. Carlos fue primero en España y quinto en Alemania, con su carisma en la delantera ya habríamos ganado algún mundial de fútbol. Napoleón guardaba el carisma en la mano como un secreto escondido en su pechera. Y el carisma de Beethoven, colega, fue más un sonotone que una cualidad.

En nuestros tiempos, el carisma sigue campando a sus anchas. A veces deviene en crueldad si es la insignia de algún malnacido con bigote y corazón recortados, pero otras veces adquiere rasgos de santidad si lo lleva en el corazón un tipo enjuto que sí merece ser nombrado: Gandhi, ese hombre de paz. A JFK le volaron el carisma, a Clinton se le derramó el suyo en un descuido tan cálido como oval, Obama lo trae heredado de hechiceros africanos. Picasso pintaba carismas, el Ché se lo fumaba en puros habanos, Mandela lo ha mantenido invicto, Margaret Thatcher tenía un carisma que comía lentejas.

Yo, que jamás bebo agua, tengo un carisma incoloro, inodoro e insípido, en ocasiones grumete o polizón, casi siempre náufrago. A veces, ingerí carisma en píldoras que caían de pie en mi estómago, pero se superpusieron las contraindicaciones y los efectos secundarios y aquí me ves, colega, habitando en la caverna del anonimato. Dejo el carisma y el liderato para otros, que yo sólo quiero tomarme una copa irresponsable bajo la sombra grata de esta soledad parida por el devenir arañado de cada uno de todos mis años.

6 comentarios:

Capitán dijo...

Eso de tener un carisma incoloro, inodoro e insípido sin beeber agua es todo un mérito, propio de un líder, como Alejandro Magno, que además de aristotélico lo tenía inodoro.

Un abrazo

Lisset Vázquez Meizoso dijo...

Puedes decir lo que quieras de tu carisma, pero no que es insípido. Si hay algo que te sobra es, sabor.
Yo no tengo carisma :) y punto jejeje. Yo tengo la cara que me vino de serie y siempre tengo la esperanza de que un día se me ponga dura y no me ponga roja de vergüenza por tantas cosas. Besos ahogados en sonrisas.

mangeles dijo...

No se preocupe mi querido Manteca, que Aníbal, tampoco bebia nunca agua (por miedo a ser envenenado), y el alcohol le dió un carisma...bueno o malo...pero un gran carisma.

Besos

Anónimo dijo...

Me han dicho que te han visto con un maromo del brazo. ¡¡Desmiéntelo por Tutatis!!

mangeles dijo...

Yo también lo he visto,Anónimo...del brazo de Juan Carlos Aragón...caminito del FALLA, a disfrutar de un pasodoble de ensueño.

Besos a repartir....

Anónimo dijo...

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