viernes, 12 de febrero de 2010

Carnaval...Cádiz



¿Sabes, amigo? Debo confesarte que no me gusta el Carnaval más allá de las fronteras que delimitan las coplas gaditanas. Fronteras abiertas de par en par para que circulen sin ataduras ni candados el viento de levante, la libertad creadora y los disparates de un febrerillo que siempre está loco. Los pasodobles enamorados, los tangos con tirabuzones y los cuplés sin ápice de vergüenza sí que fueron capaces de moverme el alma de su sitio más o menos habitual o de desencajar con la risa, aún más de lo que ya están, las mandíbulas tirando a neolíticas que me va dejando la edad. Otro Carnaval, querido amigo, me motiva tanto como pedirle al Tato una gaseosa. Es decir: nada. El Tato, por cierto, sí me la pondría, que para eso y para permitir el cante por honduras en su taberna es muy profesional, pero seguro que luego me pediría que tomara ese refresco en la calle y, a ser posible, con antifaz. Le ha costado un esfuerzo mineral ganarse el prestigio que tiene como tabernero de guardia en el reino de los desalmados y no va a permitir, a estas alturas, remilgos gaseosos, sonetos aguados o pucheros de adolescente tras una primera carta de desamor. Brasil no me interesa más allá de un regate de Romario dentro del área y las humedades venecianas, no te miento, nunca le vinieron bien a mis articulaciones hundidas y astilladas.

Jamás he sucumbido a la tentación de disfrazarme. Llevo el disfraz en mi alma como Cyrano en la suya llevaba la elegancia. ¿O acaso no sucede a veces que estoy a tu lado y no me reconoces? Es porque vengo disfrazado de hombre feliz, amigo, y no reaccionas hasta que comienzo a hablar con el lenguaje tintado y en desuso al que estás acostumbrado: “Manteca, amigo –me dices-, el hábito no hace al monje”. Yo te miro y pienso entonces que cuando llegue el día en que seas capaz de hablar sin acercarte a los lugares comunes, colega, pensaré que están dando sus frutos todas tus borracheras a mi lado. Por ahora, déjame decirte, no he hecho más que invertir en ti como si sembrara sobre tierra estéril o baldía.

¿Por qué no haces algo que se asimile a lo útil, Juanmita torpón? Aprende a tocar la guitarra, por ejemplo, y ponle música a esta letra de pasodoble carnavalero que aquí te dejo:

Las palabras que me gustan
son las que yo escribo
para hacer un pasodoble y cuatro cuplés,
subirme a las tablas, ponerme en el tipo
y morirme otra vez.

Porque yo me muero si viene febrero y empiezo a cantar.
Y nace otro hombre que quiere reírse, que sabe llorar.

Salgo a la mar salada, hecho las redes…en buena hora.
Todo bien picadito mientras te tengo…en mi memoria.
Luego, al baño maría, sueño contigo…ya está la copla.

Puedo ofrecerte mis recetas y la gloria.
Todo lo que siento:
mis triunfos y las derrotas.

Lo que no ofrezco
es esta guitarra,
el bombo y la caja, el pito de caña
y mis sueños.

Porque si los doy y me quedo sin ellos,
ay de mí,
me coges con lo puesto y a ver cómo te digo,
mi niña, lo mucho que yo te quiero

6 comentarios:

mangeles dijo...

A mí también me llegado el Carnaval de Cádiz, Sr. Manteca...y mucho.

Como mucho me ha gustado su pasodoble ...veamos que sabe hace con esa letra el bueno de Juanmita.

Un beso grande.

Y ¡Feliz Carnaval¡

Pd. Las comparasas ya no las quiero (este año) pero a ver si gana la chirigota del YUYU (los mosquitos), que es genial..aunque me gustaba aquello de "SEvillano tenía que ser".

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Un abrazo Manteca.

Tirititi, ti, ti.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Mangeles, los mosquitos del Sheriff. Con el mosquito gordo (el Lulu).

Un abrazo Manteca, y otro fuerte a Mangeles.

mangeles dijo...

¡¡eso eso¡¡¡ el Sheriff...

gracias Javier...ese mosquito me gusta

Er Tato dijo...

¿Una gaseosa? ¡Qué cosa más cursi, qué cosa más sosa, pisha!

Un abrazo, artista

Librería de Mujeres Canarias dijo...

La envidia me corroe todita.
Toma ya pasodoble.
Besucones para todos.