viernes, 20 de noviembre de 2009

Literatura



¿Sabes, amigo? Desde la infancia insolente, desde que ejerzo con tirantez el uso de la sinrazón, la única de mis costumbres que ha permanecido en pie, sin claudicar o firmar tremulosa una rendición, es la de leer. El paso eficaz y desconsiderado de los años, de mis años como estalactitas que gotean sin margen para la equivocación sobre las estalagmitas de mi alma que sabe callar, me viene ayudando: van cicatrizando suavemente las heridas marcadas y devengo en un hombre ciertamente acomodado. Las líneas de mi cuerpo cada vez guardan mayor simetría con un chaise longue y vivo apoyado en tres o cuatro costumbres que uso como cayado recio donde sustentar mis huesos descalcificados, mis sueños más leves y mis manos que dejaron de ser cometas o aves para convertirse en material inorgánico. Ya sabes, querido mío, que no me miro en los espejos porque cada vez me parezco más a un mineral. Llegará el día en que, para vernos, tendremos que quedar en un museo: búscame en la m de Manteca, junto a la magnesita.
Tres o cuatro costumbres, no más, que las costumbres pesan tanto como la responsabilidad de una vestal: beber entre horas (casi las veinticuatro), dormir poco, ejercitar la memoria cada mañana, ya de recogida, intentando recordar dónde vivo y dejar que mi mirada se pose, cuando no puede hacerlo sobre los hombros blancos de una mujer de cualquier color, entre las páginas fértiles de algún libro que no me quede muy lejos.
Sí, compañero, un libro es un alimento, un buen invento, un ungüento o un tormento, un flor cortada para el sentimiento o un puñal afilado para acabar con el sufrimiento, un parapeto ante la fuerza del viento, una opción plausible para el ánimo macilento, un lugar donde dignificar un juramento o donde aprender el uso correcto del acento. Un libro limpia el aliento y fortalece la argamasa del cimiento, proporciona cobijo a quien hace uso del libre pensamiento y da algún que otro argumento, para su lucimiento y ornamento, a quien no posee más que un lenguaje hediento, mugriento o harapiento. Un libro, colega, puede ser violento o turbulento, pero también nos puede regalar una paz similar, por analogía o acercamiento, a la que habita en el interior de un convento. Pero qué hago con tanto rima sin escarmiento ni miramiento, con tan falso ennoblecimiento. Por este camino, engordaré el razonamiento de quien adereza su opinión con el siguiente condimento: este Juan “El Manteca” no es más que un tipo que vive del cuento.
Un libro es un recinto sucinto donde suelo entrar bebiendo tinto de color corinto. Cuando voy por el quinto tinto, el recinto sucinto se transforma en laberinto sin precinto… y es broma, Juanmita mío, este párrafo distinto.
El libro, voy terminando, nos echa una mano cuando la soledad es devastadora o despiadada. Hay que leer en soledad, amigo, sólo así el libro se animará a contarnos sus secretos más suculentos o asfixiantes. El libro nos lleva de viaje y nos ayuda a ser otro cuando no es posible ser lo que somos. Y no somos más que lo que conseguimos atrapar, entre sombras desconcertadas, allí donde concluye el recorrido alambicado de nuestra mirada desarmada.
A veces, cuando me ha citado alguna mujer con remilgo, he procurado acudir con traje bien planchado. Y debo confesarte, querido, que cuando llegaba el momento de ponerme la corbata, los libros eran mi inspiración: abordaba la preparación del nudo salivando por el desenlace.

10 comentarios:

mangeles dijo...

No cabe ninguna duda de que Vd. es un gran lector, mi buen amigo, Sr. Manteca.

Lector de literatura, y de la buena, seguro.

Dará gusto verle ¡con ese traje bien planchado, y esa cobarta bien anudada¡

Besos, y buena lectura

Er Tato dijo...

Sin duda, Manteca, anoche estuviste inspirado. Quizás porque llevas dos madrugadas y tres sueños enrocándote en los escaques ya desgastados del poemario de un tal González Romano que un día de estos te pediré prestado, aunque sólo sea para seguir las pistas de esas Señales de Vida. O porque últimamente portas en tu vieja cartera esa novela que nunca empiezas a terminar. O porque llevas dos días bebiendo agua mineral en esa botellita que rellenas de ron a escondidas. ¿Quién sabe? El caso es que anoche estuviste inspirado y poeta. Hasta parecías un escritor cuando tambaleabas tus metáforas midiendo el ancho de la taberna al marcharte ya de madrugada.

Y a ver cuándo pagas la roncha, artista.

Un abrazo

Capitán dijo...

Manteca, considerar un libro como un unguento, cuánta verdad y cuánta razón.

Un abrazo

mangeles dijo...

Es muy bonito, escuchar al Juanma leer sus escrito Sr. Manteca. Me gusta.

Un beso

Juan Antonio González Romano dijo...

Manteca, esos hombros blancos de una mujer de cualquier color valen por cien mil palabras de muchos juntaletras, así que ánimo. La autoexigencia, en culquier caso, no suele ser mala.
Y gracias a Tato. Si Manteca no quiere pasarte el libro (tal vez un tanto acharado por las manchas de alcohol, nicotina y carmín que ojalá atesore), pásate el 3 de diciembre, a las 19:30, por la casa del libro, y arreglado queda el asunto.
Abrazos.

América dijo...

Leer es fabuloso al margen de todas las circunstancias que rodean nuestras vidas.
El audio es estupendo,el texto maravilloso me quedo enmudecida .. Créeme!....

Reciba usted mis respetos ...

Máster en nubes dijo...

Intenté oírte a traves de la radio de los blogueros, misión imposible, algo hice mal. En cualquier caso, efectivamente, los libros nos acompañan, no son personas pero a veces algo de calor (o frío) dan. Gracias, Señor Manteca.

Susana Peiró dijo...

Jajajajajajá! Manteca, qué gran compañero de cantina, de vino y metáforas maceradas!!

Leamos compañero, nuestro espíritu siempre famélico de "alimento", "buen invento" "un ungüento" o "un tormento"...agradecido!!!

Jajajajajajá! me he divertido mucho entre tus letras, vestal!

Espero que me extrañaras (a Juan Manuel, digo) una briosa conjuntivitis me tuvo fuera de juego por varios días!

Mil besos, etílicos, locos, cariñosos para Manteca y su Autor!

Anónimo dijo...

Búscate un buen anónimo con Juanma y tírate al barro. Tengo multiempleo y ando corto de tiempo, lo siento.

mariapán dijo...

¡¡guaaaaaaauuu!! sublime...magistral... ¡me ha parecido un texto de los que deberían formar parte de alguna estantería!... es más, voy a imprimirlo y lo voy a colocar entre "HABITACIONES SEPARADAS" y "RAYUELA"...si, eso voy a hacer.