¿Sabes, amigo? Se me va a enfadar el Juanmita cuando sepa que hoy vengo a desvelar el contenido blanco de nuestras conversaciones negras en la taberna. Un pudor infantil provoca que la tendencia de mi amigo se acerque siempre al silencio, pero vengo hoy a romper con esa manía púber para decirte lo que me cuenta cuando el alcohol desata las verdades que, en tantas ocasiones, anudan su corazón y lo mantienen atado en el retiro donde le gusta ir viviendo.
Me dice que le tranquiliza saber que César Baquero interviene en la tertulia, que le gusta comprobar cómo maneja los tiempos y las sintonías, cómo lo cuadra todo según un empeño profesional que lo sitúa a medias entre lo perfecto y lo artesano.
Me dice que le gusta ver al mando de la técnica a Antonio González, siempre al quite con la música, siempre con una sonrisa de ánimo, unas palabras de apoyo, un pídeme lo que quieras que no hay problema. Antonio, según me cuenta el Juanmita, es como si un colega de toda la vida te echara una mano. Las cosas, con él, salen bien.
Me dice también, apenas mediada la sexta copa, que cuando una persona deja buena huella del brillo de su mirada tras un paso corto, es porque algo grande lleva dentro. Su nombre, como no podía ser de otro modo, es el de una mujer: Isabel García.
Sé por el Juanmita, por sus palabras ásperas de alcohol y sentimientos puros, que los consejos y la sabiduría radiofónica de Ricard Martí, el Séneca, siempre fueron no sólo bien recibidos, sino también atendidos. Su confianza ciega en el buen hacer de quienes intervienen en el programa es algo que reconforta el alma y, desde luego, la salva de las miserias que la rodean. Bon Nadal, querido Ricard.
¿Sabes, Ali? Me cuenta el Juanma que, aunque otros nombres son los protagonistas, él sabe que tu mano, mano buena y eficaz que mece la cuna, es la que lo llevó siempre a destinos como estaciones llamadas puntos de sutura y renglones seguidos. Su gratitud nunca conseguirá quedar a la altura de tu bondad y tu excelente hacer.
¿Sabes, Ram? Me cuenta el Juanma que nunca llegó a pensar que algún día conocería a alguien que, de haber nacido en su tiempo, pudo haber sido pintado por Don Diego Velázquez. Su gratitud torna barroca, es sedienta y está forjada tras la aleación del honor, la amistad, la lealtad. Son palabras, según me dice, de las que conoces bien su significado.
¿Sabes, Natalia? Me cuenta el Juanma que le gusta pensar en tí, imaginar que vais a un kiosco a comprar micrófonos de fresa que luego compartís sentados en un banco de cualquier plaza: él siempre fiel a su tendencia ya mencionada hacia el silencio y tú, bueno, tú eres la Voz. Su gratitud es un beso amigo y deslizante sobre tu mejilla.
¿Sabes, Té? Me cuenta el Juanma que, tras darte un par de besos, siempre piensa que eres su chica favorita. Me dice que tu nombre le sabe a infusión con efectos de cariño y a miradas que, sin necesidad de palabras cruzadas, conocen inmediatamente la textura de algunos secretos, el sabor de una copa compartida y el tacto intocado de los sueños.
Yo debo deciros que he sido feliz. Que fui bien pagado. El Juanmita, mi sombra, me dice que le gustó participar en este programa ideado por la pericia alerta, la ilusión imantada y el ánimo sin fisuras de otro amigo que tampoco olvida: Fernando García Haldón, director cuya batuta afinó la orquesta.
Se me va a enfadar el Juanma, pero todo tiene solución en la taberna del Tato, ese tipo inteligente, sincero, tabernero de guardia al que tanto, cada semana, se le debe por aquí. Se me va a enfadar, sí. Pero sus enfados tienen solución fácil. Me bastará invitarlo a vinos rancios en tasca oscura. La de mi Tato de mi alma desarmada, con quien me quedo a solas por aquello de beber con la única intención de recordar.
Me dice que le tranquiliza saber que César Baquero interviene en la tertulia, que le gusta comprobar cómo maneja los tiempos y las sintonías, cómo lo cuadra todo según un empeño profesional que lo sitúa a medias entre lo perfecto y lo artesano.
Me dice que le gusta ver al mando de la técnica a Antonio González, siempre al quite con la música, siempre con una sonrisa de ánimo, unas palabras de apoyo, un pídeme lo que quieras que no hay problema. Antonio, según me cuenta el Juanmita, es como si un colega de toda la vida te echara una mano. Las cosas, con él, salen bien.
Me dice también, apenas mediada la sexta copa, que cuando una persona deja buena huella del brillo de su mirada tras un paso corto, es porque algo grande lleva dentro. Su nombre, como no podía ser de otro modo, es el de una mujer: Isabel García.
Sé por el Juanmita, por sus palabras ásperas de alcohol y sentimientos puros, que los consejos y la sabiduría radiofónica de Ricard Martí, el Séneca, siempre fueron no sólo bien recibidos, sino también atendidos. Su confianza ciega en el buen hacer de quienes intervienen en el programa es algo que reconforta el alma y, desde luego, la salva de las miserias que la rodean. Bon Nadal, querido Ricard.
¿Sabes, Ali? Me cuenta el Juanma que, aunque otros nombres son los protagonistas, él sabe que tu mano, mano buena y eficaz que mece la cuna, es la que lo llevó siempre a destinos como estaciones llamadas puntos de sutura y renglones seguidos. Su gratitud nunca conseguirá quedar a la altura de tu bondad y tu excelente hacer.
¿Sabes, Ram? Me cuenta el Juanma que nunca llegó a pensar que algún día conocería a alguien que, de haber nacido en su tiempo, pudo haber sido pintado por Don Diego Velázquez. Su gratitud torna barroca, es sedienta y está forjada tras la aleación del honor, la amistad, la lealtad. Son palabras, según me dice, de las que conoces bien su significado.
¿Sabes, Natalia? Me cuenta el Juanma que le gusta pensar en tí, imaginar que vais a un kiosco a comprar micrófonos de fresa que luego compartís sentados en un banco de cualquier plaza: él siempre fiel a su tendencia ya mencionada hacia el silencio y tú, bueno, tú eres la Voz. Su gratitud es un beso amigo y deslizante sobre tu mejilla.
¿Sabes, Té? Me cuenta el Juanma que, tras darte un par de besos, siempre piensa que eres su chica favorita. Me dice que tu nombre le sabe a infusión con efectos de cariño y a miradas que, sin necesidad de palabras cruzadas, conocen inmediatamente la textura de algunos secretos, el sabor de una copa compartida y el tacto intocado de los sueños.
Yo debo deciros que he sido feliz. Que fui bien pagado. El Juanmita, mi sombra, me dice que le gustó participar en este programa ideado por la pericia alerta, la ilusión imantada y el ánimo sin fisuras de otro amigo que tampoco olvida: Fernando García Haldón, director cuya batuta afinó la orquesta.
Se me va a enfadar el Juanma, pero todo tiene solución en la taberna del Tato, ese tipo inteligente, sincero, tabernero de guardia al que tanto, cada semana, se le debe por aquí. Se me va a enfadar, sí. Pero sus enfados tienen solución fácil. Me bastará invitarlo a vinos rancios en tasca oscura. La de mi Tato de mi alma desarmada, con quien me quedo a solas por aquello de beber con la única intención de recordar.